Vive la Palabra
Por: Mayra | Personal
Llevo dos años y cuatro meses en la fundación. Soy originaria de Ecuador, pero antes de llegar a la fundación tenía una muy buena amiga en Colombia que había sido voluntaria en otras fundaciones de mi país. Siempre nos mantuvimos en contacto, incluso a distancia. Cuando ella regresó a Ecuador, comencé a desear tener también la oportunidad de hacer misiones a corto plazo. Estaba buscando ir a algún lugar fuera de mi país. Primero, le envié una carta a JUCUM en Brasil, pero no tenían espacio para extranjeros. Entonces, al hablar con esta amiga mía por skype, me dijo que, a través de esta fundación en Medellín (Ciudad de Refugio), ella tuvo la oportunidad de ir a Alemania. Me encantó la idea y le pedí más información sobre esta fundación. Cuando me habló del programa para mujeres, realmente me llamó la atención, porque en mi país no reconocía ese tipo de programas en funcionamiento, especialmente los que se basan en la fe. Quería aprovechar esta oportunidad, así que escribí una carta y finalmente hablé con Rebekah Slick, quien formaba parte del personal de la fundación. Ella me dijo que podía venir durante un mes, así que vine. Sin embargo, rápidamente me di cuenta de que esta cantidad de tiempo era demasiado corta para mí. Necesitaba conocer a las mujeres y realmente vivir la vida con ellas. Hablé con el pastor Douglas durante mi primer mes aquí, y me contó como las mujeres y hombres de los programas estaban acostumbrados a esta historia de personas que entran y salen de sus vidas. Me dijo que es importante tener una relación continua y de compromiso con ellos, para romper ese ciclo de presencia temporal. Esto tenía sentido para mí, así que me comuniqué con el pastor de mi iglesia en mi país y luego tomé la decisión de quedarme por tres meses más. En esos tres meses me di cuenta de que era muy importante compartir mi vida con ellos y quería más tiempo. Sin embargo, el futuro parecía realmente incierto. A pesar de que mi corazón estaba aquí, no estaba pensando a largo plazo, y nada me estaba haciendo realmente comprometerme con más tiempo.
Luego tuve un accidente en una moto. Este accidente hizo que el gobierno colombiano me diera una prórroga de tiempo en el que permanecí aquí para poder recuperarme. No pude caminar por un mes. Un grupo de amigos de JUCUM me cuidaban y yo vivía por fuera de la fundación. Iba a fisioterapia y los médicos continuaron extendiendo mi tiempo de recuperación, lo que me permitió quedarme en Colombia aún más. Sin embargo, este fue un momento difícil para mí, porque me sentía muy improductiva e inútil, y extrañaba mucho la fundación. Cuando me reuní con las mujeres del programa, sucedió algo muy especial. Cuando llegué al servicio de la iglesia el miércoles por la noche, las mujeres me pidieron que pasara la noche con ellas nuevamente. Entonces, me quedé y pude compartir con ellas, lo que fue muy hermoso para mí. Una de las mujeres se me acercó y me abrazó. Me dijo “Myra, te amo” y lo hizo con un profundo amor fraternal. Cuando vi mi cama aquí, seguía diciendo: “¡Esta es mi cama! ¡Esta es mi cama! Me sentí tan amada por las mujeres que quería volver. Así que hablé con Rebekah nuevamente para ver si podía quedarme de nuevo. Una de las directoras del programa de mujeres, doña Nena, se puso en contacto conmigo y me dijo que me quedara con las mujeres nuevamente.
Algo que no había mencionado es que cuando vine de Ecuador yo tenía problemas de salud, pero no era consciente de ello. Como resultado de todas las actividades en las que participé en la fundación, mis enfermedades aumentaron severamente. En Ecuador, ningún médico pudo diagnosticar mi enfermedad. Un día, la esposa del pastor, Marilú, expresó su preocupación porque sabía que yo siempre sentía dolor en la espalda. Ella me ayudó a conseguir una cita con el médico y la pagó. Fue interesante cómo sucedió porque fui a esta cita con una mujer que ora mucho por las mujeres en el programa; ella también estaba orando por mí. Ella me dijo mientras íbamos allí, que estaba orando para que el médico pudiera diagnosticar específicamente lo que estaba mal en mí. Y esto es lo que pasó. El médico me dio mi diagnóstico después de tratar muchas veces de entender cuál era mi enfermedad aquí en Colombia, y en mi país. Ese día finalmente me diagnosticaron. Le dije a Marilú mi diagnóstico, y sucede ella que tiene una amiga que se especializa en tratar esta condición. Así pude recibir tratamiento gratis. Una de las razones por las que he podido quedarme aquí es para continuar con este tratamiento. Una vez más, mi estadía en Colombia se extendió por razones médicas. Aunque la gente dice que me quedé aquí por mi tratamiento, sé que eso es solo una excusa para quedarme aquí con las mujeres. Todas las cosas que he enfrentado con mi salud han sido significativas en mi labor en la fundación.
Todos los ministerios que la fundación ofrece, no solo el programa para las mujeres, sino también el programa de alimentación para los niños, la educación en casa, todos los aspectos han tenido un impacto significativo en mi vida. Disfruto trabajar con personas vulnerables que han vivido vidas complicadas y que necesitan restauración. Este es el vínculo que me une a este lugar.
En cuanto al programa de mujeres, puedo decir muchas cosas, pero hay una mujer en particular que no será nombrada en la que me gustaría centrarme. Creo que ella representa a las demás de alguna forma. Ella viene de la calle, una usuaria frecuente de drogas que busca ayuda y desea un cambio, una restauración entre ella y su familia. Esta mujer estuvo en el programa por primera vez durante seis meses y luego se fue. Su partida me hizo llorar mucho, pero también había esta esperanza en mi corazón. Yo sentía que ella pertenecía a este lugar y que volvería. Después de un año y medio, alabado sea Dios, regresó. Me fortaleció ser testigo de su proceso. Esto me mostró nuevamente que nuestra lucha no es contra carne. Para trabajar aquí, uno necesita aferrarse a Dios. Hay que interceder, luchar, ganar fuerza y coraje para poder ayudar a las personas en este programa. Desde que esta mujer regresó, ha traído mucha felicidad a mi vida y me ha animado espiritualmente.
Hubo un momento que es muy importante para mí y que siempre recordaré y es cuando los hijos de esta mujer vinieron a visitarla por primera vez. Llegaron corriendo por el pasillo para saludarla y le dijeron: “¡Mamá! ¡Mamá!” Ella estaba de rodillas y los recibió con los brazos abiertos. Este encuentro ha impactado muy profundamente mi corazón. Recuerdo este momento con lágrimas porque vi que eso es lo que Dios quiere, vidas y familias restauradas.
Veo esto y me motiva estar aquí y acompañarlos en este proceso. Pero no es solo esto, tengo la oportunidad de presenciar lo que Dios está haciendo en sus vidas. Por ejemplo, ver que sus hijos pueden quedarse con ellas durante el fin de semana. Ver su deseo de luchar para restaurar su familia y sus hogares. A través de esto puedo ver el valor de estar aquí, aunque duele cuando se van y no terminan su programa. Esta mujer específica representa a una que ha venido, que se ha ido y que ha vuelto de nuevo. Ella representa para mí el dolor y la felicidad. Hay dolor cuando se van aquellos por los que hemos trabajado, y hay felicidad y esperanza cuando regresan y cuando podemos ver frutos en sus vidas.
Esta es la paradoja: hay momentos que están llenos de tristeza cuando las mujeres se van; puede ser muy frustrante. Pero cuando dependemos de Dios nos damos cuenta de que no se trata de nosotros ni de lo que podemos hacer por los demás, sino de Dios y de lo que está haciendo en cada momento. Es entonces cuando nos damos cuenta de que tenemos que seguir adelante y no quedarnos paralizados por la frustración. Seguimos creyendo en la restauración. Sigo creyendo que Dios ama y que rescata a los perdidos. Tenemos que mantener esa esperanza y trabajar con y para estas personas. Trabajar con estas mujeres es una de las cosas más impactantes que me ha pasado aquí, pero también está el programa de alimentación infantil en Manantiales.
Veo el trabajo que se hace en Manantiales. Esta no es una obra de rehabilitación sino un ministerio de prevención, porque estamos trabajando con niños. Muchos de los niños se han visto afectados por la violencia. Vemos que la violencia promueve más violencia. Vemos a muchos niños que son violentos, que no quieren prestar atención. En muchos casos, descargan las frustraciones de sus condiciones en otras personas. Pero podemos ver a un niño que ha sido herido. Me encanta trabajar con ellos porque muchos de ellos están dispuestos a dar y recibir amor. Es casi como que uno siente que se puede dar más donde falta amor, donde hay violencia. Sus brazos están abiertos para recibir. Tenemos la misión de aprovechar eso y darles lo que Dios ha ordenado que reciban.
Estas han sido algunas de mis experiencias viviendo en la fundación durante más de dos años. Más de lo que he dado, he recibido mucho y he aprendido mucho. Yo también puedo dar más. Dios me ha enseñado a ser más paciente y a saber que puedo amar a pesar de cualquier limitación. He aprendido que el cambio no es instantáneo, sino un proceso, pero si sabemos esperar y tener paciencia, veremos mucho fruto en la vida de las personas que se están rehabilitando. Y también nosotros nos estamos rehabilitando. Al vivir con la gente, descubres muchas cosas de ti misma que necesita cambiar para que tengamos la capacidad de dar lo mejor a los demás. Dios ha cambiado muchas cosas en mi vida aquí. Una frase que resume mi experiencia y que significa mucho para mí es esta: “Vive la Palabra”. No hay otra manera. Si quieres ayudar a los demás, necesitas vivir la Palabra, y eso abre muchas puertas: inspira credibilidad a los que te están escuchando, observando y recibiendo de ti, y a los que quieren cambiar.
Hay dos versículos que Dios ha puesto en mi corazón. Él confirmó mi llamado a través de esto. Malaquías 4: 5-6: “He aquí, yo os envío al profeta Elías antes que venga el día del Señor, día grande y terrible. Él hará volver el corazón de los padres hacia los hijos, y el corazón de los hijos hacia los padres, no sea que venga yo y hiera la tierra con maldición”. El Señor me dio este versículo después del mi accidente. Él me estaba guiando para que regresara a la fundación. Hay otro versículo en el libro de Lucas. Aquí en Lucas veo el mismo espíritu y llamado de Elías en Malaquías, restaurar vidas. En Lucas 1:17 dice, “E irá delante de Él en el espíritu y poder de Elías para hacer volver los corazones de los padres a los hijos, y a los desobedientes a la actitud de los justos, a fin de preparar para el Señor un pueblo bien dispuesto”.