Los Comienzos | Una Mirada Personal

 In Agua Panela, Homeless Shelter

Por: Douglas Calvano | Fundador y Pastor de Ciudad Refugio

Un Sábado por la noche.

Era el año 1994, un periodo muy violento en Colombia. La Iglesia donde trabajábamos estaba ubicada en uno de los barrios más oscuros y aterradores de Medellín; La reunión del sábado con los jóvenes había terminado, ya casi era domingo, y era un día lleno de trabajo para nosotros. Recuerdo que llamábamos a los fines de semana, “la gran maratón” porque teníamos cinco reuniones a las que asistir y para las cuales debíamos preparar el respectivo mensaje, además de evangelizar en la calle. Para cuando todo terminaba, estábamos muertos, pero ya llegaba el lunes… y empezábamos de nuevo. Sumado a esta lista de ocupaciones, estaba soltero y me sentía solo, lo que lo hace una situación muy dolorosa cuando uno tiene 25 años, y encima de todo, no podía dormir.

De repente, sin pensarlo dos veces, hice una locura, tomé una decisión y con una carga de depresión sobre mis hombros, me fui a la calle. Era medianoche, había estado caminando durante media hora cuando me encontré con un grupo de 20 indígenas sin hogar. Casi todos estaban durmiendo, excepto uno que estaba sorprendido por mi presencia en ese lugar, ninguno de los demás prestó mucha atención, especialmente porque era una hora poco común para que alguien estuviera deambulando por las calles, sin embargo, con aquel joven que se percató de mi presencia pude hablar de muchas cosas incluso, tuvimos la oportunidad de hablar del Señor; con lágrimas en los ojos, lloramos y oramos. Lo que ocurrió después, nunca lo podré olvidar. Mientras estábamos orando, escuché ruidos a mi alrededor, y recordé que estaba en un país con gran violencia, y además estaba solo y rodeado de gente que no tenía muy buena reputación, estaba asustado y recuerdo que pensé que mi hora había llegado, intenté ocultar mi miedo, pero mis ojos esperaban lo peor, sin embargo, lo que vi después, es difícil de ponerlo en palabras. Aquellos que estaban durmiendo se habían levantado y aquellos que estaban medio despiertos, ahora hacían un esfuerzo por prestarme atención. Uno de los hombres que estaban cerca de mí, habló en representación de todos:

“Queremos que ores por nosotros también” dijo. Antes de que pudiera entender y sin darme cuenta de lo que estaba ocurriendo, la calle se había transformado en un servicio de una mini-iglesia. Compartí con ellos la paz y el gozo que Dios había dado. Y hablo en pasado porque solo hasta ese instante mi depresión había desaparecido. Oramos todos juntos y estos jóvenes en la esquina de una calle en Medellín aceptaron al Señor. Había lágrimas fluyendo de un lado a otro, ¡Dios es real!

Volví a la iglesia alegre y esa noche no pude dormir. Dediqué mi vida a la oración y a la lectura de la Biblia.

Abrí la Biblia exactamente en Mateo 25: El juicio de las naciones. Allí Jesús nos dice que seamos la voz para aquellos a quién nadie escucha, manifestada con un amor reflejado en acciones concretas.  A los que tienen hambre, denles de comer, a los que están desnudos, vístanlos, a los que están enfermos, visítenlos… Dios habló y yo escuché.

Esta noche nació un ministerio; esa noche nació Ciudad Refugio.

Esto era solo el inicio, ahora les compartiré mi historia…

Una Visión Tímida. Un Comienzo Tímido.

No sé ustedes, pero yo no soy el tipo de persona que se lanza a la primera “piscina” de innumerables proyectos ambiciosos que se me presenta; soy de los que camina lento, muy lento, paso a paso calculando los costos, y especialmente en lo que se refiere a temas de fe. Virtud o defecto, no lo sé. Lo que sí sé es que nunca me hubiera imaginado que esta experiencia vivida aquel sábado por la noche tendría una influencia tan grande en mi vida y en la de los demás.

Después de esperar varias semanas para asimilar lo sucedido, sugerí que formáramos un grupo que fuera a visitar a la gente de la calle. El día tentativo… un miércoles. Para mi sorpresa, había mucha gente de la iglesia que compartía la misma visión. Mi mejor amigo y hermano Iván Ríos fue uno de los primeros en decir sí y ofrecer su apoyo. Con él y con otros, comenzamos el experimento divino. Cuando comenzamos este ministerio, empezamos con más miedo e inexperiencia que cualquier otra cosa, tuvimos experiencias buenas y malas, nos reímos y lloramos, hubo momentos en que queríamos tirar la toalla, pero no lo hicimos.

Hoy, nuestro ministerio en la calle continúa con tres grupos de personas preciosas de diferentes iglesias y denominaciones. Y aunque ahora no tenemos el mismo miedo y somos un poco más experimentados, no queremos olvidar nuestro comienzo. Dios no lo permitirá.

Pausa Forzada. Viaje A Los Estados Unidos, 1997, Pensilvania.

He oído decir que el sufrimiento es parte de la escuela de Cristo. A finales de 1996, llegué al período más difícil que jamás había experimentado como cristiano y en mi ministerio.

Cuando pensé que los esfuerzos de casi cuatro años de arduo trabajo se manifestarían finalmente en frutos, tuve que regresar a los Estados Unidos, la razón, incluso hoy en día, es difícil de explicar, pero mirando hacia atrás, entiendo que la escuela de Cristo a veces es así.  Cuando uno cree que tiene todas las respuestas, Dios cambia todas las preguntas, y es sólo hasta ese entonces, que sabemos que fue el comienzo de algo, aunque no podamos verlo con claridad.  Ocurrido ese inesperado cambio, siguió un año de incertidumbre, Dios respondió con silencio a todas mis preguntas, la puerta de la tortura divina comenzó en enero de 1997 en una granja menonita de Nueva Holanda.

Su dueño Edward Eby y su esposa, Erma y su maravillosa familia me acogieron, casi sin conocerme. Me ofrecieron su casa, su confianza y su familia y…. trabajo, mucho trabajo.   Allí aprendí a vivir con un silencio que, le diría a todos los que sirven a Dios, deben examinar si realmente quieren conocerlo, y aunque difícil, fue allí donde supe que en el silencio Dios escribe poesía en el corazón de los hombres.  Once meses después, estaba listo para regresar a Colombia.  Este toque final fue una visión que comencé tímidamente: que de ahora en adelante Él ha escrito con el sello de la Bendición de Dios.  El silencio comenzó a tener sentido.

Terminar Lo Que Se Empezó.  Ven A Este Lado Del Jordán.

Hay momentos especiales en la vida que uno nunca olvidará.  Aunque los años pasen y la memoria falle, todavía son recordados con viveza como si hubieran ocurrido ayer.  La vida está hecha de momentos como estos que nos impactan, nos cambian y nos enriquecen.  Los que se consideran cristianos saben que estas son experiencias con Dios.

Uno de estos momentos ocurrió en un servicio del martes por la tarde en la iglesia de Times Square.  Recién llegados de la finca, me sentí de nuevo como en casa.  El sermón fue sobre la oposición que uno sufre por el llamado de Dios en nuestras vidas y sobre la importancia de perseverar en la lucha continua a cualquier precio.

Y Dios me habló… como no lo había hecho en mucho tiempo.  Un “termina lo que has comenzado”, me dijo.  Era simple y claro.

A mi lado estaba Iván Ríos.  Le dije que Dios me había hablado y que debía regresar y terminar lo que habíamos empezado.  Me miró y no dijo nada en particular.  Esperaba que dijera: “Genial, iré contigo”, pero él solo se quedó mirándome.  Como resultado, supe que esta vez iba solo, y que éramos Dios y yo.  Así que acepté, sin importar las condiciones y en menos de una semana estaba en Medellín.  Ahora sería a otro precio…

Dos Años De Incertidumbre.  ¿Estaba Dios Equivocado?

Llegué a Colombia con la convicción de que ahora y en el futuro todo lo que pidiera, lo recibiría.  Al final y después de todo, nada de lo que había sucedido fue en vano, nada se había perdido, y estaba convencido de que Dios me debía una.  Grande fue mi sorpresa cuando no me fue dado como yo esperaba y con el paso del tiempo no hubo nada de nada. Durante el primer año, como resultado de un gran esfuerzo, un grupo de colombianos fueron enviados en un viaje misionero a Rusia en conjunto con la iglesia Times Square y durante el segundo año, empezamos a salir a la calle los miércoles por la noche. Dios estaba en todo esto, cosas hermosas resultaron, pero tenía la sensación de que algo faltaba.  Quería ver MÁS de Dios y cada día me llenaba de más frustración, pues sentía que todo esto eran mis esfuerzos y no los de Dios. Quiero dejar claro que nunca fue mi objetivo ser reconocido o tener un gran ministerio y hoy estoy realmente convencido de ello.  Pero cuando Dios habla, uno debe creer y simplemente no dudar.  No fui paciente. Dios había prometido más y la realidad es que a pesar de esas cosas y sus promesas, no sabía qué estaba causando el obstáculo.

Entonces comenzaron las recriminaciones, la confusión y los cuestionamientos: ¿Estaba equivocado?  ¿O era Dios otra vez el que se salía con la suya conmigo?

El tiempo estaba pasando, dos años, y nada.

Sé que el envío inicial no fue una mera emoción, sino más bien humildad. Por otro lado, sabía que Dios había hablado, así que eso era lo que pasaba. La conclusión:  Mi problema era de fe.

Al final, todos los cristianos desesperados deben conocer este principio.  Entre el ayuno y la oración, luché más con Dios que por tener comunión con Él, yo estaba enojado, decepcionado y tenía una extraña mezcla de obstinada voluntad y orgullo.

Tres días que marcaron el comienzo, las puertas que estaban abiertas y el gobierno estaba empezando a hacer sus averiguaciones. Dios siempre está trabajando. Un día, fue como si Él hubiera calmado mi espíritu, fortalecido mi fe y me hubiera recordado que Él siempre terminaría lo que ha comenzado. Con esto, entendí que sus promesas son el ancla que nos anima en nuestra fe.

Pocos días después el gobierno colombiano nos contactó por primera vez.  Pobre, sin licencia ni contactos adecuados, aún hoy, me sorprende lo que estaban haciendo y quién sabe lo que pensaban de nosotros. Tal vez se imaginaron que éramos algún tipo de organización internacional en Colombia que tenía recursos ilimitados o algo así.  Lo que era es que un milagro estaba empezando a transformarse.  Dios estaba fortaleciendo nuestra fe y nos dijo que podíamos seguir adelante.  Todo estaba bajo su control.

La Fundación.  El Refugio.  El Programa De Alimentación.  El Refugio De Las Familias Desplazadas.  La Primera Microempresa.

La Secretaría de Solidaridad del municipio de Medellín nos otorgó un lugar donde poder servir a la gente de la calle.  El viernes y el sábado, pudimos congregar a más de 100 habitantes de la calle que estaban hambrientos.  Pero a causa de cada uno de los que alimentamos, ya no teníamos ni un centavo.  Oramos y ayunamos de nuevo, convencidos de que Dios no abriría una puerta y luego la cerraría con nuestra esperanza y nuestra respuesta.

Una gran donación enviada por World Aid llegó a los fondos de la Fundación.   La cantidad donada garantizó un año de fondos para alimentar a esta población, nuestra fe estaba en las nubes. Esperaba que algún día ellos supieran lo precioso que era ver este milagro.

Desde que Dios nos había mostrado la necesidad que existía de abrir el hogar de los drogadictos, alcohólicos y de la población nativa, trabajamos fielmente durante casi dos años.

Una vez más, era hora de extendernos y comenzar algo que excediera nuestros recursos y esfuerzos, era hora de tomar una decisión.  Tuvimos la oportunidad de comprar una propiedad que satisficiera nuestras necesidades y la tomamos.  Dios sabía en qué estado estábamos.  Comenzamos a hacer los arreglos y en abril de 2001, abrimos la casa, aunque no teníamos colchones ni refrigerador.  Para ese entonces, sólo tuvimos seis chicos aventureros que siguieron mi invitación a cambiar sus vidas.  Lo más difícil fue empezar solo y sin mucha experiencia. Creo que las cosas estaban dadas para desmoronarse totalmente, pero en contra de cualquier pronóstico, yo sabía que las promesas me habían sostenido y que seguiríamos avanzando.  Los recursos llegaron poco a poco, los chicos empezaron a cambiar y rápidamente y a los ocho meses pude contratar a Ramón, mi primer ayudante, que aún hoy sigue trabajando conmigo.

Más tarde, en abril de 2002, abrimos un albergue nocturno para los habitantes de la calle.  La idea era darles un lugar seguro y seco donde pudieran dormir, y una vez fue dispuesto el lugar, ellos empezaron a llegar.

¿Y Ahora Qué, Señor?  (Proyectos, Edificación, Misiones)

Ahora estamos a mediados de octubre de 2004 y estoy escribiendo sobre el refugio familiar administrado por la Fundación.  Frente a mi escritorio está Matthew, un bebé de 20 meses, cuya madre fue desplazada por la violencia y que con su ternura ha comprado el corazón de todos nosotros y nos había enseñado el valor de continuar a pesar de las dificultades de este trabajo.  Nehemías lloró y gritó cuando organizó la reconstrucción de Jerusalén.  Jesús oró, pero también actuó; tomó su cruz y murió por nosotros.

Hoy nos enfrentamos a una encrucijada para hacer eficientemente lo que Dios nos ha confiado.  Estamos orando, pero también estamos actuando.  Es la fe la que exige acción.

Esta acción se traduce en tres proyectos inmediatos, oportunidades que no podemos dejar escapar.  Primero la apertura de una iglesia por parte de la Fundación, la recaudación de recursos para la compra y construcción de una sede que cubra nuestras necesidades básicas y finalmente la fundación de nuestra primera microempresa que genere trabajo digno para nuestra gente. Estos son tres desafíos que sabemos que Dios nos ayudará a vencer, tal como lo ha hecho en el pasado.

Y, por cierto, acabamos de recibir buenas noticias.  Tenemos fondos suficientes para comprar el lote donde construiremos el centro principal.     ¡ Gracias Dios!

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